Fiestas de Gràcia: 200 años alegrando el verano de Barcelona

2017-08-10

Fotografía por: Amaianos

 

No hace muchos años, Barcelona cerraba por vacaciones el mes de agosto. Durante 31 días pasear por la ciudad era como hacerlo por un pueblo del lejano oeste, aunque sin arbustos rodantes. Comercios cerrados, calles vacías y mucho, mucho tiempo libre para los barceloneses que no se podían permitir una escapada al pueblo o a la playa. Para todos ellos, una fecha destacaba en el calendario por encima de todas las demás: el 14 de agosto.

Ese es el día en que el barrio de Gràcia da el pistoletazo de salida a su fiesta mayor, una de las celebraciones más esperadas y populares del verano en Barcelona. Declaradas Fiestas de Interés Nacional de Cataluña y distinguidas con la Creu de Sant Jordi, son motivo de orgullo para sus habitantes, que las consideran la máxima expresión de la identidad de un barrio que, a día de hoy, se sigue sintiendo independiente de Barcelona: “yo soy de la vila de Gràcia”, proclaman ufanos.

Para encontrar el origen de esta emblemática fiesta mayor hay que remontarse hasta 1817, año en el que se documentó una procesión y una comida con baile popular en la Masía de Can Trilla para celebrar la festividad de la Asunción de María. Desde ese momento la fiesta arraigó en el barrio y fue creciendo en popularidad y mutando tanto como lo ha hecho la propia ciudad en ese tiempo. Con los años dejó atrás el carácter religioso y creció gracias a la implicación vecinal, muy arraigada en uno de los barrios más reivindicativos de toda Barcelona.

Como sucediera con Ernest Hemningway y los sanfermines de Pamplona, la mención de Mercè Rodoreda a los bailes populares y los entoldados por los que paseaba la Colometa en la Plaza del Diamante inmortalizaron una fiesta que pasó al imaginario colectivo de toda una ciudad. Después, la eclosión de Barcelona con los Juegos Olímpicos de 1992 hizo de las fiestas de Gràcia un evento de alcance internacional. 

¿Qué tienen estas fiestas que atraen tanto al público? Antaño se podría alegar que en agosto o ibas a las Fiestas de Gràcia o no tenías nada que hacer en Barcelona. Hoy día hay suficiente oferta en nuestra ciudad para elegir otras alternativas. Pero la gente sigue acudiendo en masa. ¿Por qué?

Fotografía por: Canaan

 

Además de ser unas fiestas pensadas para todos los públicos y edades, con: actuaciones, castells, talleres, conciertos y un sinfín de actividades, el gran hecho diferencial de las fiestas de Gràcia son sus calles, engalanadas y adornadas por los propios vecinos. Son ellos los que durante todo un año se encargan de organizar los actos y la decoración con materiales y temáticas muy diversas con un mismo objetivo: proclamarse la mejor calle de las fiestas. Esa competición hace que un paseo por el barrio de Gràcia se convierta en una experiencia onírica, en la que se puede pasar del interior de una ballena azul al barco de Piratas del Caribe y de ahí a Invernalia, Desembarco del Rey o el Muro de Juego de Tronos con solo cambiar de calle.

Son también los vecinos los que deciden cuándo se acaba la juerga. Con el objetivo de poder disfrutar una fiesta mayor familiar y diurna para grandes y pequeños, las entidades vecinales han ido regulando progresivamente los horarios de los actos y poniendo coto al botellón y al jaleo nocturno. Toda la actividad nocturna debe finalizar a las dos de la madrugada, momento en que diferentes patrullas de los Mossos d’Esquadra peinan el barrio para recordar a rezagados y noctámbulos empedernidos que la fiesta se acabó. Así es la Vila de Gràcia. Son sus fiestas y ellos ponen las reglas. 200 años de experiencia les avalan.

Fotografía por: Canaan
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