Mariano Fortuny, un artista escondido tras el Hotel 1898

2017-07-31

En una hornacina escondida tras el Hotel 1898, en la confluencia de las calles Xuclà y pintor Fortuny, una estatua mira al infinito, ajena a los ríos de turistas que caminan Rambla para aquí, Rambla para allá. Es la escultura a Mariano Fortuny, pintor catalán del siglo XIX que   da nombre a la calle y a quien los expertos sitúan justo un peldaño por debajo del mismísimo Goya en cuanto a importancia e influencia, gracias a obras maestras como “La vicaría” y “La batalla de Tetuán”.

Nacido en Reus en 1838, Fortuny se trasladó a Barcelona siendo adolescente y estudió en la Escuela de Bellas Artes de la Lonja, donde fue tutelado por Pablo Milà i Fontanals. Su evolución como pintor continuó en Roma, donde llegó con una beca de la Diputación de Barcelona. Allí permaneció hasta 1860, cuando fue enviado como cronista gráfico a Marruecos en la guerra que España libraba contra su colonia. Aquella experiencia africana marcaría el resto de su existencia y de su obra, en la que dejó atrás convencionalismos academicistas en pos de una obra llena de luminosidad y exotismo en la que abundan las escenas costumbristas. De esa experiencia surgiría el cuadro “La batalla de Tetuán”, un óleo de casi 30 m2 expuesto en el Museo Nacional de Arte de Cataluña que acabaría en 1865.

Su otro gran trabajo fue La Vicaría, considerada la obra cumbre de la llamada pintura preciosista. Ese trabajo acabó consolidando su ya importante renombre internacional, dado que el cuadro tuvo un gran éxito en París, donde la obra de Fortuny llegó a convertirse en objeto de deseo de los principales coleccionistas de la época.

Desgraciadamente, su carrera se truncó en 1874 cuando una hemorragia interna acabó con su vida. Tenía solo 36 años y dejaba un legado de más de veinte grandes obras que se convirtieron en referentes para pintores de la talla de Salvador Dalí, quien no dudó en realizar una ofrenda floral ante la estatua de uno de los pintores que más marcaron su creación pictórica.

Ahora que conocemos mejor la figura de Fortuny se entiende ya que tenga un monumento en la ciudad que impulsó su carrera artística. Lo que quizás pueda sorprender es que fuese relegado a una ubicación secundaria de Barcelona. Aunque la idea de la escultura se empezó a gestar en 1911, no fue hasta finales de esa década cuando el Círculo Artístico de Sant Lluc llevó a cabo una campaña que  hoy calificaríamos de lobby mediante charlas, artículos y exposiciones para lanzar el proyecto. La escultura fue encargada en 1922, pero los diferentes avatares políticos sufridos en las dos siguientes décadas hicieron que el reconocimiento cayese en el olvido hasta 1942, cuando la administración franquista del momento quiso marcarse un tanto propagandístico atribuyéndose el mérito de rescatar la memoria de una figura olvidada hasta entonces.  Aunque se pensó en ubicaciones más importantes como la plaza Real o los jardines del Palacio de la Virreina, la escultura a Fortuny se acabó colocando en la calle que llevaba su nombre, en el edificio de la Compañía de Tabacos de Filipinas, que entonces era de titularidad pública.

 

Desde su hornacina Fortuny fue testigo de la rehabilitación del edificio y su posterior conversión en el actual Hotel 1898. Allí sigue a día de hoy, mirando al infinito mientras cientos de turistas le fotografían sin saberlo reconocer. Una pista, el manojo de pinceles que lleva en su mano izquierda delata su profesión de pintor.  Fue un artista y estamos encantados de tenerlo como vecino. 

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